Pongo la belleza en tus manos,
como el caracol pegado a la pared
o el trozo de cielo a través de la ventana.
Azoto sin más este caballo hermoso,
lejos, en los castillos de arena
que el mar me obliga a construir.
Me siento poco digno por ello,
ensombrecido como una broma del alma
que me conduce a la eterna tiniebla.
Amo sin más,
mas nada queda del día sino arena,
colmenas, columnas, contagios de una muerte.
2 comentarios:
Un poema repleto de sensaciones que soplan con el viento. Me parece muy completo y bello.
Un abrazo.
El anterior comentario, es mío.
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