domingo, 11 de febrero de 2007

A LAS SIETE Y DIEZ


Suena el despertador.
Su cruel ataque de metal es el toque,
agónico punto final, felicidad que se disipa.

Viene la sombra que me aterra,
y se aleja la música que me despierta.

Queda la lluvia de esta mañana en la ventana,
pero nada viene a mí.
El ruido se levanta frío y cortante,
vertical, hasta la médula.

Entra,
rezuma agitado.

Es simplemente una maniobra de la Muerte.
No es otro sueño torbellino de la emoción
firmeza que acompaña en colores y ropajes diarios
en cabellos despeinados por el aire agitado.
Ilustración de Iris Colil

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