martes, 30 de enero de 2007

ATARDECER




En los dominios de un atardecer cualquiera,
bajo el lienzo azul ya vencido,
manchado de sangre el campo de batalla,
un sueño presenta sus credenciales
y un reino de hechizo se apodera de mí.

Cautivo de su magia
me envuelve con las alas desplegadas,
perlas y rubíes, encantadas promesas,
prisión del alma,
amor que es de cristal.

Tiempo después,
frente a la puerta de un singular palacio,
banderas, vientos y predecibles gratos días,
ondean vencidos los labios la tierra ganada.

Es la alegría del hombre que se sabe vivo,
aquella que no está en todas las cosas
y que colma de historia aquello que fue nada.
Ya no es el hombre mismo
sino un aroma de Damasco que en el viento habita.

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