A Gabriela
Cuando el polvo rojo viene a mis ojos
y las mismas montañas son mis manos,
cuando eso ocurre,
soy el alpinista que siempre quise ser;
aquel cuya bandera ondeó en lo más alto,
/sobre las nubes.
Era el primero de los tiempos,
cuando el cielo de miel (tu pelo)
no era más que callejones de nubes
y mis dedos como gatos no sabían dónde
/buscar el alimento sagrado.
Entonces decías, lo recuerdo,
"El amor es como un templo,
los vientos lo fortalecen,
sean del norte o del sur,
ponientes, madrugadores, silentes,
o de las mismas montañas"
los vientos lo fortalecen,
sean del norte o del sur,
ponientes, madrugadores, silentes,
o de las mismas montañas"
1 comentario:
Siempre asisto a tus versos con veneración.
Enhorabuena por tus letras.
abrazos
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