miércoles, 10 de noviembre de 2010

BADALONA ESTACIÓN, 17:25

No se sorprende uno cuando al despertar
los ojos acarician el vago contorno de una sombra,
ni tampoco si en la línea de horizonte de este mar
las nubes pacientes esperan su turno en la peluquería
como lectoras avidas y despeinadas en este albor.

Es cierto,
ya no hay lugar en mí para la sorpresa,
pues todo está visto como para sentencia:
esta mujer, aquel joven, aquella nube...
imágenes que en el día de hoy me asustan.

Confieso por ello que tengo miedo.
Me estremece, cómo decirlo, la sucesión de las cosas
(y su terrible orden):
la mujer con su vestido de telaraña,
el joven de lentes oscuras,
o los dorados hilos de las nubes recién pintadas.

Pero, ¿qué puedo hacer?
No conozco otro mundo sino éste,
ni tengo más armadura que esta simple fotografía,
inabarcable espacio en su totalidad para el reino de estos ojos.

2 comentarios:

carlota dijo...

A veces, me dejas tan sin palabras, que no me atrevo a dejar un comentario absurdo.
Sólo puedo decirte que me haces pensar, como siempre.
Y que creo que sigues creciendo como poeta.
Enhorabuena

Maria Coca dijo...

Reflexiones que como bien dice Carlota, te dejan pensativa...

Un abrazo.