miércoles, 6 de octubre de 2010

DESAPRENDIENDO

He leído la muerte no existe, y en la fotografía de hoy
un escalofrío recorre el contorno de este hombre retratado,
arreglado ya a primera hora de la mañana, dispuesto a
sucumbir en las vías del tren, en el alegre trabajo matinal.

La muerte no existe, todo se simplifica, nada tiene sentido,
ni siquiera esta materia envejecida por la que uno, por amor,
se acostumbra a no sufrir; tales son los ojos que nos miran,
arrebatan, usurpan la luz, la belleza del aire, el polvo del cielo.

La muerte no existe, puesto que nada de este cuerpo así lo quiere.
No es pájaro negro, ni floreciente soledad, ni tan siquiera indigno espejo.
Nada de eso es sino ganas de vida como montaña quemada.
Tal es mi esfuerzo, sobrehumano, a veces borrado de la conciencia.

2 comentarios:

Maria Coca dijo...

La muerte nunca debería existir, sino ser pesadilla para quienes carecen de sueños.

Un abrazo.

carlota dijo...

No hago más que darle vueltas a dónde he leído yo también eso de que la muerte no existe. Hace pocos días en algún poema escrito por una mujer, pero no lo recuerdo bien.
Tú hablas de esfuerzo sobrehumano, de lucha contra la evidencia, el tiempo... Y de trasfondo el motor que lo mueve todo: los ojos que nos miran, el amor como medio y finalidad en la vida. O eso intuyo, o eso creo.
Abrazos