Amanece,
y ya no queda muda,
ni naturaleza ni gozo
del sueño,
solo escuchar como van
en este viaje en tinieblas,
los ojos sepultados en tierra.
¿Adónde irán?
¿Qué amor, luna, los arropará?
Esperan con ansia el tiempo lejano,
la burla de la distancia azotada,
el vestido de árbol para los días de sol,
el polvo del vino, la gloria de nuestro
secreto oficio, la paz hoy negada,
el vivir dulce, la sombra tallada con
propias manos imperfectas.
Se ha de vivir. Sí.
Respirar el rastro de las estrellas,
el llanto de las nubes de lluvia,
el pan y el vino, el arroz de flaca
hambre, todo aquello, Universo,
que tus manos ofrecen.
1 comentario:
Me imagino ese viaje en metro. Cuando miramos sin mirar a los que nos rozan. Qué extraño sentimiento nos invade en un viaje en metro. Parece como si desconociéramos del todo la esencia de lo que somos. Por eso es buena una reflexión como ésta. Viajamos en metro, en tinieblas, y no conocemos a nadie, aunque todos hagamos las mismas cosas, sintamos lo mismo o disfrutemos de todo lo que nos ofrece Universo ahí fuera.
Cuando se abren las puertas, solemos mirarnos de nuevo a los ojos y, muchas veces, sonreímos.
Un abrazo
Publicar un comentario