Como si de una lámpara mágica se tratara
un vaporcillo invisible mi corazón adormece,
y lo acuna al borde de un precipicio
tomando el riesgo por vida.
Sopla y bebe la cautiva bruma ese genio maligno,
y aprisiona los pensamientos en la quietud del alma,
y ella, entregada a los acantilados de la vida,
al mal humor de los oleajes, pobres diablos,
atados de pies y manos hielan los barrotes de mis huesos.
Ilustración de José Bernar
2 comentarios:
Huesos helados... Así han quedado.
Saludos
Publicar un comentario