detén estas manos
antes que sean nube
en el cielo.
No sopla el viento,
y hay azul de mar,
donde nadie ve
sino tierra firme.
Detén,
esclavo del temperamento,
los ojos que solo ven
la humanidad de las cosas.
Hazlo,
y devuelve el color a mi rostro,
la sangre resucitada,
la savia en el día de hoy.
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