
Huiría, si pudiera, del loco amor del mundo,
del desengaño del alma mía en este caos organizado.
Sería huella perdurable, valiente al viento y al agua,
para que nadie la acompañara mar adentro.
Pero el mar, impasible, me entrega a prisión;
borra estos pasos míos de arena y me condena al gozo líquido,
otra vez mundano; otra vez engañado,
entregado al pecado.
Hecho prisión de agua alzo los ojos.
Alcanzo en vano las gaviotas que me custodian; y
son inútiles para con ellas mis ruegos de piedad,
como con el mar, tripulante de un corazón a la deriva.
Fotografía de Marta, en el álbum de Marta
1 comentario:
Lo bonito de tener un corazón a la deriva es la aventura de saberte nagentante. Tus sentimientos son tu mayor posesión. Y con versos como éstos, ellos hablan a través de tus dedos.
Hermoso...
Saludos.
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