martes, 12 de junio de 2007

PRISIÓN DE AGUA


Huiría, si pudiera, del loco amor del mundo,
del desengaño del alma mía en este caos organizado.

Sería huella perdurable, valiente al viento y al agua,
para que nadie la acompañara mar adentro.

Pero el mar, impasible, me entrega a prisión;
borra estos pasos míos de arena y me condena al gozo líquido,
otra vez mundano; otra vez engañado,
entregado al pecado.

Hecho prisión de agua alzo los ojos.
Alcanzo en vano las gaviotas que me custodian; y
son inútiles para con ellas mis ruegos de piedad,
como con el mar, tripulante de un corazón a la deriva.


Fotografía de Marta, en el álbum de Marta

1 comentario:

Maria Coca dijo...

Lo bonito de tener un corazón a la deriva es la aventura de saberte nagentante. Tus sentimientos son tu mayor posesión. Y con versos como éstos, ellos hablan a través de tus dedos.

Hermoso...

Saludos.