Lejos vienen las tierras como las horas que no volverán,
lejos están de todo y cerca de nada.
Navegamos desiertos del alma en busca del oasis,
respiro que de beber ha de dar, droga, sangre y rubí,
un nombre oportuno,
felicidad en los sueños para que todo valga,
y nada se termine en los caminos que queden por terminar,
en las batallas y en los pájaros que solitarios menudeen.
Ocurrirá entonces lo de siempre.
Nada de eso al fin quedará.
Igual que el tanque del avión en el fondo de su dolor,
y los bibes en la terminal de tu corazón.
Pequeño pétalo y flor en la madrugada.
Hasta vivir…
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